Un acuerdo de paz es la culminación formal de unas negociaciones entre dos actores políticos, mediados por uno o varios garantes, de ahí que sea definido como un esfuerzo de voluntad para llegar a un arreglo equilibrado.
Los actores que a arriban negociar la salida de un conflicto, llegan a la mesa de diálogo con un determinado número de demandas que están llenas de significancias particulares, donde cada uno deposita sus aspiraciones y trata de defender, hasta las últimas consecuencias, sus puntos de vistas e intereses.
Bajo el manto de esta definición, los acuerdos de paz o procesos de pacificación en Centroamérica, se han desarrollado en una compleja realidad social que trata, por todos los medios mantener la unidad nacional, el involucramiento de los actores marginados o en conflicto en el cuadrilátero de la política y la lubricación de los mecanismos oxidados por la exclusión, la descalificación y el enfrentamiento.
Es un desafío ciclópeo, pero necesario para alentar una ambientación de convivencia política, multipartidista y plural en una sociedad cada día más heterogénea y requeriente de diálogo y democracia; ajena a oscilaciones permanentes que pongan en peligro la gobernabilidad de un país.
La intención preliminar del diálogo no se mantiene inalterable, va modificándose en el transcurso de las negociaciones, entreverándose momentos de ruptura, distensión, polarización de intereses o conciliación desahogada. En el instante que los medios conciliatorios se agotan, se apela al discurso de la lealtad a la unidad nacional, aunque ésta por naturaleza no es monolítica, sino compleja, relacional e integradora; dichos en otras palabras, es unidiversitiva, y del mismo modo, razón de peso para seguir manteniendo la prudencia en el hablar.
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