MIXTURAS DE PAZ!

Por muchos tiempos hemos escuchado sobre la tan anhelada paz mundial, hemos escuchado canciones que mencionan un mundo feliz y un mundo lleno de corazones donde todos se aman y se ayudan pero hasta que punto comprendemos la situación de los conflictos internos que obstaculizan llegar a la utopía mencionada... PAZ! Estas 3 palabras que han sido el ideal de la humanidad desde que se tiene registro de relaciones interpersonales...
La primera intención de este espacio virtual es dar a conocer las mixturas de ideas en cuanto a este tema, reconociendo los diferentes contextos, diferenciando los roles de cada individuo y como desde las dinámicas cotidianas se pueden tejer los cambios.
Este espacio pretende dar otros puntos de vista diferentes a los que nos encontramos en el periódico oficial de nuestro país o región, es tener la oportunidad de conocer la historia desde quien la vivió y desde quien en este momento es protagonista de ella por que esto nos garantiza que no vamos a ser cómplices de juicios o de percepciones de personas ajenas a los conflictos y que es fácil escribir o dar un reportaje desde la posición de espectador pero cuando habla el protagonista la historia toma un tinte
diferente!

Bienvenidas y bienvenidos a este espacio donde los protagonistas somos todos y todas.

domingo, 15 de mayo de 2011

Conflictos Guatemaltecos!

El conflicto en Guatemala es más complejo y de mayor duración que el de Nicaragua y El Salvador, por ser una sociedad polarizada en el aspecto político, fruto de un crecimiento económico desigual que se experimentó en la década de los setenta y parte de los ochenta, lo cual dibujó una burguesía monopolista pero diversificada, que controlaba la mayor parte de los bienes del país, en contraste con una población sumida en la inopia que alcanzaba 85% del total que cubría el país.

El control de los medios de producción más las remuneraciones obtenidas de las ganancias o excedentes, configuró una clase oligárquica carente de escrúpulos y ávida por acrecentar el capital y consustancialmente el poder, para lo cual tuvo que construir alianzas o redes asociativas con altos oficiales del ejército, a fin de ejercer el control sobre las masas paupérrimas que amenazaban con movilizaciones o huelgas en los centros productivos y distributivos.

Una de las características de la burguesía guatemalteca fue que no creció, o no buscó ampliar su base social, sino que concentró su poder económico en una esfera exclusivista, forjando vínculos familiares entre los actores del mismo género y asumiendo un rol multifuncional, para no abrir una ventana donde pudiese ingresar un agente de otro estrato social, pero sí permitirse a ella misma reciclarse, autoreformarse y crecer en forma de espiral, hasta donde se lo permitiera su fuerza y capacidad y, cuando necesitaba un apoyo de fuerza para afirmar su hegemonía, extendía alianzas con los militares aunque delimitando espacios de maniobras e intereses.

Esa "pureza" oligárquica que muestran con orgullo y sello de clase, del mismo modo se refleja en su rigidez ideológica, por lo que es considerada, entre los analistas que estudian la región centroamericana, como la burguesía menos flexible, antireformista e excluyente de toda el área.

Otro aspecto que resalta en este segmento social, es su exacerbado racismo contra el indígena, manifestado en la discriminación absoluta y en la promoción de políticas coercitivas contra la mayoría pobladora del país. Esta segregación es la reproducción de su complejo como clase castrada, heredada de la política estadounidense y el capital transnacional, dos ejes que supeditan a la oronda burguesía guatemalteca y no le han permitido constituirse en un grupo industrial más independiente y capaz de promover el desarrollo de un mercado interno equilibrado en esta área de Centroamérica.

Ahora bien, la clase oligárquica, ante el umbral de la globalización, el desarrollo tecnológico, el requerimiento de innovación que exige la banca y la maquila para la exportación, aunadas a las exigencias del capital financiero especulativo, se ha visto forzada a compartir diversos nichos patrimonialistas que tenían reservados para ellos; a partir de la década de los ochenta, "nuevos" sectores de la burguesía se ligaron a sus familias y al capital: los "nuevos ricos"; quienes se ocupan de administrar empresas con perfil exportador, a la inversión bursátil, asociaciones de empresarios, bufetes jurídicos, asesorías empresariales y de capacitación administrativa, estimulando la actividad comercializadora e incorporando a Guatemala a la órbita internacional de la mundialización.


La incorporación de estos "nuevos ricos o beautiful people" no ha abierto el compás de la democratización en el país, aunque su imaginario colectivo es menos ideologizado, su lógica comportamental es más exclusivista, individualizada y conservadora, asimismo oponente acérrimo de las reformas democráticas que puedan dar un respiro a la nación.

Sin embargo, el problema toral que enfrenta esta burguesía oligárquica es que no se ha podido legitimar, que su encasillamiento clasista que no le permite arribar al poder, por lo mismo se han visto obligado a construir alianzas con los sectores de alto rango militar, con la "clase política" y la "tecnoburocracia", (1) sectores ajenos a su anillo exclusivista, pero cercanos para compartir el poder y oponerse, mancomunadamente, a cualquier intención de fuerza que ponga en riesgo el sistema de dominación.

Frente al espectro clasista oligárquico, heterogéneo en su estructura pero monovalente en su comportamiento político, se encuentra el amplio mapa actoral popular que se ha venido constituyendo a través de la encadenada crisis, la lucha contestataria y la resistencia política para contener el frente excluyente y la represión indiscriminada emprendida por la clase en el poder.

A través de su comportamiento, los movimientos sociales-populares, demuestran que van más allá de la concepción "accionalista", puesto que escenifican la lucha de un sector social organizado contra un oponente, por la dirección colectiva de los recursos económicos, políticos e ideológicos de una sociedad determinada; (Touraine, 1967) agregándosele el ingrediente de lucha histórica, orientada hacia el control del proceso producente del cambio histórico-social.

Lo que se emerge es un movimiento social que intenta construir redes intra e intergrupal, priorizando la interacción interna y externa, con el objeto de ir edificando un diálogo fecundo entre las distintas racionalidades que existen en la sociedad marginada guatemalteca, a fin de distinguirlas, configurarlas y respetarlas, posibilitando así el reconocimiento de verse diferentes pero admitirse como iguales.

Son movimientos sociales - populares diferentes a los anteriores, en especial los que se desencadenaron entre 1973-1976, a modo que ahora mantienen una mayor autonomía frente al Estado, los partidos políticos e incluso con los grupos armados. Uno de los elementos analíticos más consistente es el que sostiene que el punto de partida de la eclosión movimientista fue el terremoto de 1976, detonante que en medio del desastre natural y la ineficacia del gobierno, buscó formas asociativas no sólo para sobrevivir, sino para reclamar y exigir sus derechos.

La eclosión movimiental, en los días posteriores al terremoto, encontró un terreno abonado por la diversidad y la autonomía de los múltiples actores, porque cada uno tenía una demanda específica, lo cual atomizaba el espectro orgánico-popular y estructuraba una nueva forma organizacional descentralizada y con anhelo de participación; y aunque parezca paradójico, en ese camino que abre la nueva racionalidad de ires y venires, se fueron forjando las redes.

Las redes se tejieron sobre los traslapes identitarios, entreverando las diversas exigencias concretas de cada sector hasta convertirlas en una bandera de lucha, pero bajo una temporalidad perentoria para cristalizar las metas; la participación en urdimbre no afectó la totalidad de la vida del individuo o grupo, pues no había razón para dedicarle tiempo completo, porque la complementariedad horizontal en los órganos de decisión, facilitaban el trabajo escalonado sin medrar la corresponsabilidad.

Otro aspecto que tiñe a las organizaciones sociales populares de Guatemala, es que no se plantearon la construcción de una utopía, de tal suerte que le sirviera de guía comportamental por mucho tiempo, precisamente por darse cuenta que los movimientos no eran de largo alcance, sino mutantes, donde permanentemente pasan de un estado organizacional a otro; por ello, la participación giró en torno a objetivos concretos, visualizables y apropiables, con el fin de poder ir creciendo, estimulándose en el camino de la lucha y sumar adeptos por la escala de logros que vayan sumando.

La estrategia organizacional a través de redes, busca extenderse y diseminarse a lo ancho de las zonas populares, indígenas y marginadas; con acuerdos intergrupales, apoyos logísticos, en la medida de lo posible, con el objetivo de provocar una participación en los niveles micro, localistas y de esta manera debilitar el poder central y diluir el grueso de la represión.

Es obvio, que el desenvolvimiento de estos movimientos sociales populares no fue tan expedito, ni encontraron un camino abonado por la democracia; antes por el contrario, la represión aumentó, la desaparición de dirigentes obreros, campesinos, barriales y estudiantiles fue alarmante; sin embargo, la opción de redes aminoró el costo político, las desapariciones aminoraron, producto del remplazo que se hizo al liderazgo individual, por una dirigencia de carácter horizontal.

Producto de ese trabajo de redes convergentes entre 1976 y 1978, surge el CUC (Comité de Unidad Campesina), organización nacional que incluía a los campesinos, a trabajadores agrícolas, indígenas y ladinos pobres, ante todo bajo el liderazgo indígena; (S.Jonas, 1994) por su composición heterogénea y su perfil de lucha, el gobierno la tildó de subversiva, por tanto la represión no se hizo esperar.

Sin embargo, analistas que se han dedicado al estudio de esta organización plural, han destacado que el CUC no nació revolucionaria, sino bajo la experiencia de la acción católica y las comunidades eclesiales de base, con una visión cooperativa y ansias de institucionalizarse como sindicato, lo cual ocurrió en 1980, pero la insistencia represiva y los acotamientos que el gobierno imponía a su accionar, cierta cantidad de individuos del CUC se enlistaron en la guerrilla, unos cuantos de carácter permanentes, otros intermitentes, cumpliendo el doble rol de sindicalista y guerrillero.

Algo digno de destacar, y que no sólo impactó en Guatemala, sino en el sur de México, es la proclama de Iximché de febrero de 1980, donde el CUC expresa en su declaración": Por una sociedad de igualdad y respeto. Porque nuestro pueblo indio, por sí mismo, puede desarrollar su cultura rota por los criminales invasores; por una economía justa en que nadie explote a los otros; porque la tierra sea comunal como la tenían nuestros antepasados; por un pueblo sin discriminación; porque termine toda represión, tortura, secuestro, asesinato y masacres; porque se terminan las agarradas para el cuartel; porque tengamos los mismos derechos de trabajo; para que no sigamos siendo utilizados como objetos del turismo; por la justa distribución y aprovechamiento de nuestras riquezas como en los tiempos en que floreció la vida y la cultura de nuestros antepasados. (A. Arias, 1985)

¿Qué hay de nuevo en esta proclama y porqué el indio se inscribe en la lucha?

En primera instancia, el indio se reclama para si un lugar y no múltiples, de ahí que se autodenomina pueblo indio y no pueblos indios, puesto que la primera acepción denota unidad, identidad, demanda común y valores homogéneos; la segunda, manifiesta desintegración, multiplicidad, comportamientos disímbolos, valores heterogéneos y peticiones desarticuladas.

La razón que convierte al indio guatemalteco en actor protagónico en el conflicto es: (a) la expulsión de sus tierras por el cambio instrumentado en la estructura productiva y social del altiplano; (b) la reorganización de la agricultura, pasando de la explotación tradicional a las empresas agrícolas, la cual da trabajo estacional al indio; (c) la descampesinización que los arroja al ejército de desempleados y (d) la mutación laboral y organizacional que impacta en su conciencia, por lo que fue tejiendo en su imaginario colectivo la lucha por la tierra(S.Jonas.op.cit)

Si bien es cierto que el recurso de las armas que opta el indio para transformar su entorno no es su primera elección; (R. Adams, 1988) es necesario aclarar que esa idea tampoco estuvo fuera de su sus reflexiones comunitarias, evidentemente por la fatiga que mostraban sus métodos de persuación, diálogo, marchas, protestas y denuncias, haciendo probable el uso de las armas en caso de que las circunstancias en que se inscribían no cambiara.

A lo anterior, hay que agregar, que los grupos insurgentes habían entrado en una etapa de reconsiderandos, de reestructuración y acuerdos intergrupales, para enfrentar de mejor manera la fuerza contrainsurgente.

Entre los principales reajustes que hizo la guerrilla, encontramos que se decidió tomar distancia de la célebre teoría del FOCO que elaboró Ernesto Guevara, por los resultados negativos; otro aspecto considerado, fue ampliar su base militante, no fincando toda las esperanzas en el ladino pobre, sino en el indio, población significativa y que en los últimos años, ya mostraba signos de beligerancia, capacidad organizacional y mayor consistencia en la lucha con objetivos preclaros.

La incorporación del indio, vieja aspiración de Turcios Lima, en los mandos medios y en responsabilidades militares, flexibilizó la ideología marxista ortodoxa, abrió su concepción sobre la vida, sobre la lucha, sobre la humanidad y sobre todo la diversidad de creencias que forman una constelación imaginaria en la mente de los individuos, de ahí que el pensamiento cristiano, eclesiástico, cooperativo y escépticos convivieran respetuosamente en los núcleos guerrilleros, adquiriendo la nacionalidad guatemalteca, reflejo del mosaico étnico y axiológico, pero distanciada de la influencia cubana.

El avance que mostraba la guerrilla con los intentos incorporativistas de los grupos armados, la conformación de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) y la apropiación de franjas territoriales defendidas por las armas, no dominó su horizonte con excesos triunfalistas, porque tenían claro, en especial su dirigencia, que por la vía del derrocamiento la victoria no vendría, dado que la capacidad de recomposición del sistema cívico-militar de Guatemala, la ayuda y asesoría significativa de los Estados Unidos y el surgimiento de nuevas ballestas que impulsaban un nuevo cuadro de exigencias, demostraban que por la vía armada era difícil triunfar; la opción que quedaba era la vía de la pacificación, sin vencedores ni vencidos.

Esta vía de la pacificación tenía un núcleo vital, la rehabilitación de la confianza del ladino, el indio, el marginado y el ciudadano en el sistema político, el cual, en los últimos veinte años, brindaba un horizonte de incertidumbre que hacía más complejo el futuro del país.

¿De qué modo apostarle a un paz, si durante largos años, los marginados habían puesto sobre la mesa todas sus apuestas en el presente y en el futuro y hasta hora el fraude, la corrupción, la represión, el exilio y la muerte eran sus ganancias?

La dirigencia insurgente tuvo que ir tejiendo cuidadosamente, con hilos finos, la confianza de los involucrados en el conflicto y que estaban de su lado, para que depositaran en ellos el aval que necesitaban para apresurar las pláticas pacificatorias.

El respaldo de ese depósito de cuenta corriente, en moneda de confianza, que le dieron a los insurgentes negociadores, se puede constatar en los acuerdos que llenan el cuerpo de la agenda aprobada para la pacificación, más aún, en los convenios que firmaron el gobierno de Guatemala, representado en la persona de Alvaro Arzú y la URNG, en Oslo, Noruega, el 4 de diciembre de 1996.

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